Tanto la venlafaxina como su metabolito activo O-desmetilvenlafaxina (ODV) son potentes inhibidores de la recaptación neuronal de serotonina y norepinefrina y débiles de la recaptación de dopamina.
Si he entendido bien, mi cerebro presenta demasiada eficiencia en la recaptación de la serotonina, lo que provoca niveles anormalmente bajos de este neurotranmisor y, consecuentemente, conduce a tener una visión negativa
tanto del entorno como de uno mismo.
He de reconocer que yo era contrario a tomar ningún tipo de droga para salir de un estado depresivo, hasta que el psiquiatra me hizo una sencilla pregunta:
“¿si fueras diabético, tampoco usarías insulina?”.
Esa pregunta me hizo darme cuenta de que mi
estado depresivo era producto de un
defecto genético desencadenado por una serie de factores coadyuvantes. Si bien ya había padecido en otras ocasiones este tipo de postración, esta vez cobró unas dimensiones que me inhabilitaban para la vida cotidiana, lo que me hizo acudir al psiquiatra pero con la intención de recibir sólo psicoterapia. En ese momento me planteó lo anterior.
Asusta darse cuenta de lo
débil que resulta lo que llamamos consciencia, cómo nos limitamos a complejas reacciones bioquímicas, cómo este amor que siento no es más que la respuesta bioquímica a un estímulo bioquímico, cómo los estados de ánimo son tan maleables y nos pertenecen, en el fondo, tan poco.
Desencadenantes irracionales de efectos irracionales profundamente intrincados en el cerebro y que afectan tanto al comportamiento como a la relación interpersonal…
Y ante esta desazón y zozobra sólo concibo un faro:
la firmeza del amor más allá de todos los incendios y todas las cenizas. Sí, amor, me refiero a este amor nuestro.
Nota del fotógrafo: Este señor estaba embelesado escuchando un acordeón diatónico, pero estoy convencido de que el grado de extásis que presentaba se debía más algún tipo de alteración de la percepción que a la verdadera valía de la música.