domingo, enero 27, 2013

Porque me duelas

Decir “ambarina”
es escribir “absurdo”
mientras se sabe que nada levantará la bruma.

Escribir “imposible”
es decir “experiencia”
mientras el lector no escucha lo que escribe.

-Escribo callando tantas cosas-

Callo como quien empaña los cristales
que le amparan del viento de poniente
un día levantino de noviembre
-azur enmarcado en diminutas huellas 
que en el temblor de tu vientre
explica tus pupilas-



 Primavera, tercer moviento (primero, Vivaldi. Luego... Max Richter)

sábado, enero 26, 2013

La fiebre en la materia


Ahora las disputas carecen de importancia.
Pesa más la praxis que la cólera.

Ahora, recurro a la tergiversación del olvido:

la cadencia de las olas
que me absorben en la playa,

el pertinaz repiqueteo
de los granos de arena que el viento arranca
-para nosotros-
de las dunas,

el frío esporádico de los huecos del abrazo,

el magnánimo sabor a tierra entre tus labios
-su tacto de salmuera cicatriza-

la deserción de las caricias
que hace agudizarse a las miradas
mientras se congelan las horas
expandiéndose, enrarecidas,

pigmentos de un cuadro amarillento
en un jersey gris y húmedo,

un sombrero de paja
que impone la semisombra en tu cara
mientras entreabres la boca
como se enfría un lagarto....

Todo esto es materia
y tendrá su descanso.

Todo esto es la roca del sueño
y tendrá su delirio.

Lucidez y amargura
nos queda a nosotros.


 When she came back (Elle s'appelait Sarah OST), Max Richter

domingo, enero 06, 2013

El desconocimiento como criminal causa

 
Hay días en los que me creo
entre los dogmas de la Unión Soviética.

Otros días me construyo entre
la doctrina del exiguo capital de Marx.

O me confabulo con el imperativo categórico
mientras desdeño a la dialéctica de Hegel.


O Keynes se me aparece evangelista
-no por Dios, sino por la eficacia
de no dejar pudrirse a las personas-

Pero ya lo escribió Ángel González
-lo resumo-
“la historia y las morcillas de mi tierra están hechas con sangre
y se repiten”

Creo que ni recogiendo todas las muertes podremos salvar las vidas
a las que condena nuestra ignorancia.

Más que miserables somos lerdos.

Y no habrá Dios que nos lo enseñe.

PS.- Y yo creía haber escuchado a Shostacovich