De lo indiferentemente burdo
Debido a Silvia R
Cuando el cisne degolló al pueblo no tuvo bastante.
El cielo quiso sustentar al sueño
-que siempre fue sostenido por el suelo
--cómo, si no, podríamos haberlo pisoteado tanto---
por un íntimo contacto con la sangre.
Una sangre que suena hueca entre los granos de arena,
compactos como la planta en la semilla,
pequeños como la grieta que comienza a abrirnos
e intenta redimirnos
de esta ineficacia de estar vivos.
O como ese runrún que pudre las mañanas,
esa colina que adelanta atardeceres,
ese magno silencio que restringe el grito
con el que se expresaría -apenas- nuestro miedo.
O todo lo contrario indiferentemente.
O todo lo certero burdamente zafio.
PS.- Repito la banda sonora del anterior post