En el amo no existen coincidencias. En el dueño tampoco. Pero no es una forma de tortura, es sólo una forma de existencia: existen otras, pero son distintas.
La farola no ilumina las sombras, las genera. Quizás debiera concluir que mi mente es mi farola, que divaga bajo el lápiz para darle apoyo y que no decaiga en los caminos que la tristeza contagia.
Cuando ando ronco de memoria -acaso plomo que ni sabe fundirse- me gustaría ser un ser en sortilegio de rincones de uñas y de yeso, casi de paredes, casi de fronteras que animen un poco los paisajes. Casi una forma tosca de un ensalmo que permita que no nos avergoncemos al mirar a las estrellas. Casi un rumor que queme la mañana entre la muda indiferencia.
A veces, guardo la mañana para quebrar al tiempo y que las sinapsis ya no teman el olvido.