sábado, julio 29, 2006

Murmullo

“No quiero seguir forzando a nadie, no quiero hacer promesas, pensar la vida en términos de pactos, resoluciones, compromisos. Clea interpretará mi silencio según sus propias necesidades y deseos, y vendrá o no vendrá; ella es quien debe decidirlo. ¿Acaso no depende todo de nuestra manera de interpretar el silencio que nos rodea?
Justine, L. Durrel


La desesperación me descentra, me convierte en una sombra de mí mismo, casi en una caricatura. Y no puedo permitírmelo: la amo demasiado como para perderla por mi desesperación. He de refrenar mis ganas de salir corriendo hacia ella, de hacer todas las concesiones que me pida, ya lo hice y no funcionó, porque en ese mismo momento dejé de ser yo y ella me ama a mí, no a mi caricatura. Ceder a mi angustia es la mejor forma de conseguir que todo se hunda, que todo se desvirtúe, lo cual no implica en absoluto que me muestre distante o displicente, al contrario, quiero hacerle sentir que la necesito pero que uno no puede dejar de ser lo que es. No recuerdo quien dijo algo parecido a que no se puede someter al alma a una ortopedia total sin arruinarla definitivamente. Nuestro amor pasó la etapa de la preparación del (re) encuentro, del (re)encuentro en sí, y un tiempo de la separación, luego se ha venido quebrando en sucesivas ocasiones, pero hasta esta ocasión se había regenerado, aunque los dos sabíamos que era una sanación en falso, que no era duradera, que quedaban cuestiones importantes pendientes de resolver.
Ella ha optado por el silencio, y yo he de saber interpretarlo. Más aún, he de saber reconducirlo y ahora me considero incapaz de hacerlo. Creo que he de centrarme, protegernos a ambos de mi desesperación, confiar en la fortaleza de lo que nos une y en la debilidad de lo que nos separa, creer en nosotros y no romper su silencio salvo con un suave murmullo como este que ella pueda leer si lo necesita.

2 Comments:

Blogger indah dijo...

Conoces -espero- los ríos de mi tierra, son como todos los ríos, podrían decirme, y yo sonreiría, realmente es razonable pensarlo aunque no sea así para mí (ni para ellos) desde que la primera gota asciende de sabe Dios qué lugar ¿del centro de la tierra? y se remansa esperando la compañía de otra gota, y otra, y otra que aúnen fuerzas para horadar un caminito que conduzca a la superficie, hasta que esa gota desemboca en el mar, ocurren tantos desastres y tantos milagros, que sólo el esfuerzo, el inmenso deseo de seguir, de llegar, de cumplir (caso de ser tal gota, hombre, y tener capacidad para decidir por sí misma), que sólo el amor, el amor de verdad, no cualquier amor, le llevará a conseguirlo. Cuando se ama no hay nada, absolutamente nada que nos haga retroceder. Pero no siempre amamos. No siempre sabemos amar(le), aunque juremos y perjuremos que nadie lo hace con tanta intensidad y generosidad como nosotros. Pues no. Hay que aprender a amar, porque nuestro amor, como nosotros, no es más que una mezcla imperfecta de deseos, egoísmos, incluso complacencia ante el dolor del otro.

Tanto el que habla como el que calla debe preguntarse (para saber) qué es lo que ama, si a sí mismo, o al otro. Y resolver en consecuencia; las aves fueron creadas para volar, y hay que aprender a abrir las puertas de jaulas en las que -a veces- nuestro miedo a perderlas nos hace encerrarlas. Generalmente nos engañamos diciéndonos que nos preocupa su bienestar.

Hoy me duele leer este "Murmullo".

29/7/06, 11:09  
Blogger Carz dijo...

Amiga indah,
El amor debiera ser como dices, pero no todos llegamos a un grado de espiritualidad tan alto como tú. Tienes unas convicciones tan firmes que a veces envidio y otras veces deploro.
No quiero ninguna jaula para ella ni para mí, ella debería saber lo que siento y yo lo que ella siente, y ambos creemos saberlo, pero no damos crédito a nuestras emociones, preferimos otras perspectivas más comunes. Quizás lo que sentimos sea demasiado elevado para nuestras pobres y prosaicas personas, quizás no seamos capaces de asumir el punto de unión tan extraordinario que nos comunica: es un punto a todos los niveles, pero que falla en lo cotidiano. A veces pienso que el destino es un pedazo de cabrón. O más finamente un hijo de la gran china... pero por otro lado me sorprendo pensando que "dios nos dió el diente, dios nos dará el pan".
En fin, voy a estrenar mi botella de escocés recien comprada, a ver que pasa.

Un abrazo.

30/7/06, 1:48  

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