El metabolismo de las consecuencias
Alguien podría llegar a preferir algo por las posibles consecuencias. Alguien podría dejar de actuar como se desea por las previsibles consecuencias. Es comprensible que así suceda, de hecho es muy probable que cada uno de nosotros haya actuado o dejado de actuar por miedo a lo previsible.
Pero nuestra capacidad de previsión es, en general, muy miope; quizás tan miope como formidable es nuestra capacidad de adaptación a la subvida, a una vida asentada en un subsuelo salobre y que, más temprano que tarde, amarguea.
Las lágrimas, ya sean de dolor, de emoción o de amargura, se evaporan y dejan su impronta de sal. Pero estoy convencido de que, para cada caso, es una sal distinta en su composición bioemocional, sabe distinto, se metaboliza de manera dispar, porque (también estoy convencido) la memoria forma un papel importante en su metabolización. Algún día alguien descubrirá todo esto, pero para mí será tarde. Para ti, también.
Mientras tanto, a los campos incipientemente verdes les falta el rojo sangre de las amapolas. Como a mi sangre.