viernes, agosto 25, 2006

Los adioses

Suelo subrayar (con lápiz) las frases de un libro que me resultan interesantes. Hace tiempo pensé que podría resultar curioso escribir una reseña de un libro encadenando frases del mismo. Sólo lo hice con “Los Adioses”• de Onetti y buscando en mis viejas notas encontré esta recensión que hice hace bastante tiempo. No he podido repasarla porque le dejé el libro a una amiga y hasta el momento no me lo ha devuelto, aunque no pierdo la esperanza.


Los Adioses (Juan Carlos Onetti)


Iba al bar a tomar una cerveza. Esto sucedía en las tardes de fracaso, cuando el nombre de mujer, que él había dibujado en el sobre, se hacía incomprensible, de pronto: cuando la soledad nos importa somos capaces de cumplir todas las vilezas adecuadas para asegurarnos compañía, oídos y ojos que nos atiendan.

En aquel momento, él ya no era un hombre sino una abstracción que apelaba, sucesiva, alternativamente, a la piedad, a la memoria, a la decencia, al sagrado porque sí, que se arrepentía de haber pagado como precio la soledad, esta manera de no ser nada.

Sabe que viajó para oír una negativa, para ser razonable y aceptar, para permanecer en el resto del tiempo como un mito de dudoso consuelo. Ella tenía esos ojos fríos, inconvincentes, de las mujeres que esperaron demasiado tiempo. Las desgracias para él ya sólo servían para marcar fechas, para separar y hacer inteligibles, los principios y los finales, de las numerosas vidas que atravesamos y existimos, para resolver pasados comunes que nada tenían que ver con el suelo que estaban pisando: la existencia del pasado depende de la cantidad de presente que le demos, porque el pasado no vale más que un sueño ajeno.

Estaba encogido, sonriendo, dejándose llenar por la bondad hasta que le resultara insoportable y llenaba sus horas sabiendo que, en el pueblo, la vida de él y la muchacha, encerrados allá arriba, resultaba provocativa, insultante, por hallarse libres del mundo.

4 Comments:

Blogger quantum dijo...

Tiempo, muerte(ésa que se vive tantas veces), amor( el que falta), y la soledad como penúltimo, quizá último, argumento existencial, deprendiendo un olor acre a desesperación.

Menos mal que queda la esperanza de que tu amiga te devuelva el libro ;)

Mi abrazo, Carz.

27/8/06, 22:54  
Blogger Carz dijo...

Quantum,

me gustan las contradicciones porque demuestran que lo vital transgrede y transciende la lógica… si yo dijera que “el amor falta” sin duda me dirías que el amor no falta, falta su “objeto” y ni siquiera éste falta, falta “la presencia física de su objeto” :-)

Otra amiga me decía que “la soledad es una buena compañera pero una mala amante” ante lo cual yo sonreía porque me imaginaba a una pareja de mujeres enamoradas, una de las cuales se llamara Soledad. Y ahora me imagino a la imaginaria Soledad como “argumento existencial” y no puedo evitar otra sonrisa, lo cual te agradezco junto con tu abrazo.
Gracias, tú tienes el mío.

28/8/06, 3:58  
Blogger ybris dijo...

Una cerveza en soledad es signo ciertamente de fracaso. Sobre todo del fracaso del nombre incomprensible que antaño fue sabido. Refugiarse en el pasado no es otra cosa que huir a un sueño ajeno.
O quizás estar dispuesto a cualquier vileza a cambio de compañía.
Quizás mañana pueda ser de otra manera.
A eso se le llama esperanza.

Abrazos.

4/9/06, 5:54  
Blogger Carz dijo...

Siempre me ha asustado que alguien importante en mi vida acabe siendo un extraño. A veces mi nombre me resulta ajeno, incluso mi rostro. A veces mi vida parece una narración propia de una telenovela.
La conclusicón parece clara: no soy importante en mi vida.

La aproximación a uno mismo es indisolube de la muerte: tan sólo el amor consigue que esta verdad parezca mentira.

(Va pesando el bourbon en soledad, otro fracaso)

Un abrazo

5/9/06, 1:42  

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