domingo, noviembre 13, 2016

La gabardina de un miedo tan azul

A Leonard Cohen, in memoriam 

A veces un suceso irreparable le devuelve al pasado todo su peso, lo contextualiza más allá de todos los discursos que han ido derivando su significado sin que nadie lo haya, en el fondo, pretendido. 
(Comentario mío en “Love is...all” (26/05/2009))



Lo regular parecía la única definición plausible del mundo mientras dejaba pasar el viento entre sus piernas abiertas y desnudas en la arena. A veces, sentí un leve escalofrío cuando el calor era mal interpretado por sus nervios.

A veces, quedaba exhausta por la presión que mandaba en el recuerdo, amontonado como ropa sucia en una lavandería: lavar la memoria y suavizarla era una forma de muerte como otras.

Dejaba que el día anocheciera sobre el mar como una forma leve de sortilegio, aunque, en verdad, efectiva. Mirar al horizonte siempre le había procurado una suerte de consuelo, como si la enormidad empequeñeciese la causa de su sabor a sombra: ahí estaba, una mujer mirando al noreste y que no estaba completamente loca.

Una mujer consciente de su pulso -le bastaba cerrar los ojos para comprobarlo- y que, por tanto, temía olvidar henchir su pecho.

[Después de siete años escribo esto porque creo ser la vaga razón de un miedo tan azul y de nada de lo que conlleva]