miércoles, enero 14, 2015

De marcos y bambúes

Un salmón-lagarto se nutre de espesura
entre lamentos de líquenes y tumbas.

Condenada al sol del sur
-secuestrada del gris astur cantábrico-
yaces en la herrumbre de la fosa.

Cleopatra "almante" sutil de tímidos Antonios
-que no sirvieron de Marco a tus pinturas-
me bordas en la base de los párpados un gato alfiletero,
o construyes pirámides de cartón
jaspeadas con mi nombre.

No le pondré un telón innecesario a tu silencio
ni dejaré de preguntarme
quién habrá heredado mis agujas de bambú
o el collar de ébano que te traje desde Kenia
-y que me hiciste dejar, en sobre sepia,
al portero de una casa comunal y con piscina-

Para mí, del verbo amistad, indah es su participio

1 Comments:

Blogger Mar dijo...

La felicité el día 14 con esto, que siempre sera suyo y ahora es del mundo:

Besos Carz
---

Hoy, 14 de enero, era su cumpleaños.
Por eso pongo uno de sus relatos, siempre tan emotivos, siempre tan acertados.
Felicidades guajina, allá donde estés.

Mar
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«Ayer no existió el mar»


Sólo me queda por cruzar este bosque de velas encendidas; sé que si
atravieso sin perder el Norte, si no se desvanece mi sombra en ese
contraluz, estaré a salvo. A salvo del dolor de la palabra escrita. Son
ausencias. Cada palabra dicha sin ti es una ausencia. No es siempre, no,
pero tiemblo cuando sin previo aviso muda su rostro el mar y el Poniente
le pone a las olas un largo hilván de tristeza. Tiemblo cuando, como si
fuera ciega, por sentirte, por saberte, palpo. Sin espejo para encontrarte,
me queda la orfandad de este poema y quizá el instinto para soñar. Me queda
el rumor de la mar, el horizonte -tan indeciso a veces- y aquellos viejos
muros.
Junto al agua, prematura de harapos nací. Rojas mareas de sangre roja me
bañan las cuencas, y allí, donde aún no terminan de ver mis ojos, la noche
se llena de cadalsos. La oscuridad es un rito y se duermen sobre mi almohada
tus sueños porque

«Ayer no existió el mar»

Y tú, que un día irrumpiste en mi recién estrenada adolescencia, te has
eternizado en mí como una muerte lenta que no huye: me habita y rebusca
entre los pliegues de mi memoria y de mi piel cada sí que no he pronunciado.
Hablo por no oírla. Hablo a este trozo de papel que como la tierral al
cadáver me recibe y entierra mis palabras. Alguien debería llorar porque

«Ayer no existió el mar.
Desolados, los hombres
miraban sin consuelo las ventanas.» (*)

y todos huían hacia el exterminio: hacia la noche oscura y abisal, celosa,
cargada de silencios, repleta de acertijos, fría y transparente como el
cristal que me persigue. No podrá alcanzarme porque no soy yo quien se
detiene. Es mi infancia la que se para, y recuerda paisajes de invierno.
Nada se puede contra la infancia ya vivida, ni contra esta necesidad de
alargarme hasta acabar en ti.

Alguien debería llorar.

©Indah

(*) M.F.

20/1/15, 18:07  

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