lunes, diciembre 08, 2014

La parte pesada de lo efímero

Las piedras marcaban el curso. Un laberinto que sólo unas cuantas veces al mes recorríamos porque las ventanas eran los límites que nos habíamos delimitado. Intentábamos delinear lo que no parecía confuso al tacto de los dedos después de habernos convertido, voluntariamente, en topos.

 Brillantes, las aceras, apenas eran simples cementerios de los seres que las recorrían por el día: algo parecido a un sueño recurrente, casi pesadilla. Los negábamos con el mantra con el que nos convence lo exótico. Deslizábamos algún anhelo entre sus rendijas por lo excitantes que resultan los secretos. Creemos que el secreto nos delata cuando, simplemente, nos construye: sólo a los enemigos interesan. Y no teníamos tantos. Ni mucho menos.

Unos melocotones sobre una caja de cartón hecha una mesa. Un jergón de algodón sobre un piso vacío y las toallas que te dejó tu madre porque le dijiste que te había salido algún eccema: nosotros encumbrando las sábanas sanforizdas del Ritz que alguien había robado y olvidado en el altillo. La mirada saltona de la enorme rana amarilla que te compré en la feria mientas tus ojos apenas amparaban tu mirada. Tus pechos emergiendo del lago junto a tu sonrisa para buscar mi camiseta verde. Rebusco en la memoria para no olvidarlo todo. Rebusco en el pasado para darle forma de nuevo: el pasado está hecho de piedra o de arcilla. Depende de los traumas.

Se te tersa el rostro por las noches, no sé si te lo dije. Se te afina la piel aún más que el alma: brillas, simplemente. En lo horadado de la obscuridad encuentras tu cauce por que el que  me guías. Debe haber más explicaciones, pero puedo dejarlas de lado casi sin mella alguna.

Lucidez y ternura en los caparazones.

1 Comments:

Blogger Mar dijo...

"Lucidez y ternura en los caparazones"

Suele suceder, sí. Y hay caparazones que son transparentes.

Hermoso texto, un caramelo envuelto en celofán, también transparente.
Besos

20/1/15, 18:27  

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