domingo, mayo 11, 2014

En tregua

Por un momento, siento un suspiro de alivio cuando releo a Úrsula: allí permanecen sus escritos, estáticos desde el 2004 cuando yo ya era otra persona. Para reconocerme, he de echar memoria de los sucesos y de las mujeres que los desencadenaron, aunque no recuerde las fechas sino sólo sus etapas como cicatrices en la corteza de los árboles o anillos en su tronco, la vuelta de un cometa o las muescas en una rama que se hiere en cada luna.

Por un momento, es la impotencia en la expresión que ni se acerca a delinear la silueta de lo que desdibujan la secuencia de emociones que se me escapan como el recuerdo del sueño en el duermevela. La impericia en el movimiento de los dedos sobre las teclas que debieran pulsar en otras partes para aproximarse, acaso, a lo que me gustaría llegar a escribir para apropiarme de la realidad y convertirla en un discurso.

Por un momento, dejo que me definan mis miedos más que mis anhelos para que en el instante posterior suceda todo lo contrario y pueda llegar a comprender que lo que no soy me define en mayor medida que lo que creo ser porque me concretan las ausencias, los surcos de piel en lo vivido, la turba que se asienta entre mis manos, las sombra emblanquecida por la niebla.


  
Il terzo acto, Le parole di mio Padre, Ludovico Einaudi