Sin terror

Se sabía miserable
porque en su sueño no cabía nada.

Nada, el refugio del apátrida
cuando sólo es patria el corazón,
cuando la sangre escasea entre las venas
y se pierde el equilibrio
y parece que nos cubran las ausencias

-retazos de tus sombras iluminan mis paredes,
sabor dulzón a sangre y a tabaco entre tus dientes-

soñaba
-porque era posible lo imposible-
que en la oscuridad del tiempo osaba rebelarse
por revelarse humano ante el señorío de las bestias.

Soñaba en la ribera del recuerdo de lo que nunca ha sido
-pero que enerva los poros de la piel
con el roce de su aliento-
que recorría sus vidas no vividas
con calma y con dicha. Sin terror.