Una historia que corta.
Es una corta historia. Tan corta que habrá que aumentarla. Habrá que verla de lejos para poder distorsionarla sin que huela a trampa ni sepa a estofa, darle vueltas en las deformaciones y después montar un circo. Y ahorrar en comas y en puntos para ayudar a la legibilidad libre que estuvo tan de moda mientas seguíamos ungidos por las sobras que queríamos nuestras: esto me sobra. Pues a mí me falta sin urgencia ni orden pero me falta sin comas y sin pausas. Pues habrá que denostar los puntos y escríbír sín íes y sín díéresís las ues, y poner dos comas para poner un punto,, Y punto,,
O dejar la historia en su tamaño de aldea, y pausar el paso para que nos cuente un lustro que sé que de cuentos saben esos lustros. O no, sino al contrarío: o sea dadilataf en esperanza vive.
Era una historia tan corta que nunca es contada.
O dejar la historia en su tamaño de aldea, y pausar el paso para que nos cuente un lustro que sé que de cuentos saben esos lustros. O no, sino al contrarío: o sea dadilataf en esperanza vive.
Era una historia tan corta que nunca es contada.
Camiseta azul y pañuelo rojo. Pero no me importa.
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