jueves, septiembre 04, 2008

Simbiosis: experimento tres

El regreso tiene su carga de melancolía. Quizás por lo que no se ha vivido allá dónde se vive. También por lo vivido. Quizá porque es raíz de nuestros sueños huérfanos, quizás porque nos ha tejido la personalidad con su paisaje, quizás porque no hemos anclado las raíces.
Es difícil salvarse de las lágrimas al leerte. También es difícil salvarse con ellas. Nada está escrito, salvo el pasado y, hasta él, puede reinterpretarse con unos ojos limpios.
La desesperación requiere de palabras urgentes, maximalistas, la desesperación requiere de una fuga, aunque sea suicida. Hasta estamos tentados de romper los lazos que nos atan -sin saberlo-
a la vida, porque desear, añorar, no es en vano, si no es vano lo que se desea o se añora.
Hay hechos en los que se permanece, mientras que lo que no se ha hecho perdura en el limbo de la duda. Sus consecuencias no se plasmaron y quedan en el ámbito de especulación que bucea en la memoria y fabrica un futuro construido de la misma materia, aunque la razón se oponga o, tal vez por ello.
El adiós es una evidencia y negar lo evidente es una necedad, pero limitar la realidad a lo evidente, no lo es menos: el miedo siempre llega con un minuto de adelanto.

Estruendosa impaciencia en un septiembre descalzo, preludio de un cristal de noviembre.


      Le scaphandre et le papillon,   Paul Cantelon

3 Comments:

Blogger Luzamarga dijo...

Mientras me reconocía entre algunos renglones, imaginaba (sí, por culpa de la música, siempre la música), a la mariposa insistiendo en encontrar el pasadizo que el cristal de la escafandra le niega.

Cierto es que todo lo que dicta mi cabeza lo puede destrozar mi corazón de un plumazo y vuelta a empezar con la reorganización cognitiva (léase escafandra).
Pero (casi =)) estoy convencida de que quizás lo que más duela, al final del tiempo, será lo único que nos dejó la renuncia:
un cristal manchado con polvillo de alas (léase vida).


Mi admiración y mis besos.

4/9/08, 17:10  
Blogger Ego dijo...

Pero resulta que yo sí tenía vocación.

- Tenías razón, Nacho – tuve que reconocer al final, frente a los carcajeos de ya lo sabía del profesor – Pero creo que una de tus reglas de la profesión está equivocada – maticé.
- ¿Y se puede saber cuál es?

Entonces sonreí yo, y noté las esquinas de la boca algo tirantes. Tal vez había envejecido prematuramente en aquella ciudad fabulosa.

- Pues que la objetividad sí existe – sentencié, para sorpresa de mi tutor en funciones y casi para mí – Existe a su manera, aunque no te lo creas... Al menos en esa ciudad... – denoté un cerco de nostalgia en mis palabras, y lo eliminé de raíz – la objetividad se equipara con la honestidad, ¿lo pillas?

5/9/08, 1:43  
Blogger An dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

6/9/08, 3:07  

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