Desde la reincidiencia irreflexiva
Para indah, in memoriam
Cuando vuelvo a escribir
lo que no he escrito
las sombras se ceban con la nubes
y, parte del viento, se vuelve caramelo.
Los sueños se despegan de las sábanas
y las sabanas se quedan sin leones
y engordan las gacelas y los ñúes ...
... y nada queda fino en la memoria.
Salvo la filigrana que labró tu ser
en mi persona.
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Canción para la última singladura - Dedicado a indah
Nada tendremos ya que sea tuyo:
mi voz y tu silencio es lo que queda
y tus poemas bellos
y el deleite de la memoria rescatada,
nostalgia de tu presencia de otra vida.
Hoy vuelvo a hablar de ti y contigo.
Yo aquí y tú ahí,
cada una en un lado del abismo imaginario,
las dos distintas pero iguales,
las dos madres y abuelas soñadoras.
Y te traigo en el hueco de mi mano
trocitos de tus versos que me dejan pensativa
con vistas al final de tu horizonte...
y vengo a pedirte el calor que me falta
en esta desnudez de junio.
Vengo a darte las gracias
por las confidencias y por los secretos
que pocas y muchos fueron.
Gracias por las realidades
y también por las utopías.
Ahora sé que me miras desde ese lado
y te entrego la voz que te nombra,
“Indah – Blanca”
nombre con nombre
que de enigmática forma coexisten.
Yo no tengo tu voz
pero sé del acento que responde
y me llama
y me dice tu nombre
“mi niña Blanca” “guajina”
Mientras,
en los tejados sopla el viento
y se agitan todas las veletas.
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©MAR
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