De la admisión nunca consentida
Admito no ser.
Admito el llanto.
Admito la paciencia.
Admito el llano.
Admito tus arrugas en mis manos.
Admito tus ojos en en mis sueños.
Admito el daño.
En los momentos de desamparo, cuando la realidad se convierte en pesadilla, todos buscamos motivos racionales para sobrellevarla, pero raramente se encuentran. Por ello, cualquier acto que nos procure la sensación de que nuestra angustia está justificada y consiga sublimarla es lícito.
Aunque sea ilusorio.
Aunque sea nada
En realidad lamentaría no leer lo que casi no he escrito.
Textos y fotografías originales de
Carz
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