jueves, abril 28, 2005

Aprendiendo a obviar lo que llamáis complicado

Amparo los tiempos felices en las esquinas de las horas que fluyeron, laxas, entre nosotros, cuando los hombres y las mujeres solían llorar por la tierra, arañando con sus párpados la ventana del dolor, aún cuando ya hacía mucho tiempo que, tal ventana, permanecía sin limpiarse (verbigracia: en el olvido).

Apenas sí puedo recordar el rostro que me hizo sentir que la vida estriba, sin más, en sentirla al alcance de los sueños y que, a la vez, la muerte siempre estaría cercana, tentándome desde mi predisposición a lo absurdo, a mi inclinación a confundirla con las proyecciones de los seres que siempre han estado al margen y que, desde su casta, se les ha llamado sabios.