Aprendiendo a obviar lo que llamáis complicado
Amparo los tiempos felices en las esquinas de las horas que fluyeron, laxas, entre nosotros, cuando los hombres y las mujeres solían llorar por la tierra, arañando con sus párpados la ventana del dolor, aún cuando ya hacía mucho tiempo que, tal ventana, permanecía sin limpiarse (verbigracia: en el olvido).
Apenas sí puedo recordar el rostro que me hizo sentir que la vida estriba, sin más, en sentirla al alcance de los sueños y que, a la vez, la muerte siempre estaría cercana, tentándome desde mi predisposición a lo absurdo, a mi inclinación a confundirla con las proyecciones de los seres que siempre han estado al margen y que, desde su casta, se les ha llamado sabios.
Apenas sí puedo recordar el rostro que me hizo sentir que la vida estriba, sin más, en sentirla al alcance de los sueños y que, a la vez, la muerte siempre estaría cercana, tentándome desde mi predisposición a lo absurdo, a mi inclinación a confundirla con las proyecciones de los seres que siempre han estado al margen y que, desde su casta, se les ha llamado sabios.
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