sábado, abril 11, 2015
Qué
significa la poesía opuesta bastardamente a la verdad
Rosa
enferma, L.M.
Panero
En la Rosa Enferma
que se nutre del Sol y
-acaso-
de diez centímetros de tierra,
martillean espurias tus palabras.
Casi todas sobran,
pero algunas,
confieren claridad al mundo inútil
del que fuimos firmemente subsidiarios.
La guerra en el páramo
Recapacito mientras armo mis nervios con el tacto de tus nalgas.
No te prometí nada.
Nada me pediste:
un páramo educado
nos deshumanizó
sin guerra alguna.
Armarios empotrados
Diré
lo mismo de otra forma porque la repetición es un señuelo casi
inteligente
Rosa
enferma, L.M.
Panero
Este es el sabor: recuérdalo. Una
mezcla de oscuridad y sílice afinaba mi olfato y mi tacto mientras
me esforzaba por recordar mirando un rostro que me decían que era
risueño pero que no añoro.
Ése es el sabor que no sé evocar
pero que reconozco, como el olor de las pastillas de jabón
diminutas que se guardaban entre las sábanas en los armarios
empotrados de la casa. Eran un buen escondite si sabías abrir y
cerrar las puertas sin ruido, si sabías masticar el tiempo en un
dédalo de emociones marinadas con el roce de las uñas en la pared
de yeso -pero ese sabor no lo recuerdo-, si sabías entender el
exilio como un parentesco lejano y sobrio, como misa forzada de
catequesis, o como ateísmo forjado entre el rosario de tu abuela y
el brazo fantasma que se le amputó a tu otro abuelo por la gangrena
que le brindó la guerra con un tiro en la mano derecha cuando era,
tan sólo, cocinero. Si sabías todo eso, entonces, el resto tampoco
tenía nada de sencillo.
Vivir y crecer entre versiones
distintas y, en muchos casos, subterráneas, te hace interpolar
relatos para intentar dar coherencia a la memoria, para poder
vislumbrar cuál no deberá ser nunca el camino si quieres poder
considerarte persona, aunque sea de una forma vicaria y exigua.
Recuerdo ese sabor incluso en sueños:
era una de las formas del hastío y del entrañable olor a parafina
que perfumaba la casa al apagar las velas de colores -finas y
largas- que traíamos de la escuela el mes de mayo cuando nos
formaban para cantar “con flores a María”.
Fue una infancia entre la penumbra de
la llamas y el olor remanente a falsa cera, pero casi a salvo de la
brutalidad: resultó ser el premio a la incomunicación que la
censura consagraba.
viernes, abril 03, 2015
Del sentido y su eficacia
Enseñando a otros hombres el pez incompleto que lleva en la mano
Rosa enferma, L.M. Panero
-otorgándose autoconciencia de maldad-
queda, a secas, lo que queda.
Pero el tacto y gusto de los restos
depende de los dedos que los tocan,
sabe
a las lenguas que los prueban.
When she came back (Elle s'appelait Sarah OST), Max Richter